
Mediados de Julio, 15 horas, con un sol abrasador y en plena digestión, dos taxistas sesteamos en la parada de Plaza Espanya, charlamos de espaldas a la gente que cruza apresurada el semáforo de Gran Vía, dirección Castelldefels. Suena una voz a mis espaldas «esta libre» por toda respuesta «si» y subo al coche, sin mirar siquiera a la persona que me a hablado, un Renault 11, dentro ya, oigo una voz que dice:
Cl.- Me lleva a Manresa
Tx.- Si, claro, sabe cuanto cuesta
Cl.- Claro, pero dese prisa, que entro a trabajar a las cuatro
Tx.- Bueno, ¿por la autopista, Verdad?
Cl.- Si
A toda velocidad, cojo Gran Vía, y el Cinturón del Litoral, para desviarme por la autopista en dirección a Manresa, llevamos 20 minutos de trayecto y a pocos kilómetros de Manresa, cuando aparece la cara de la persona que ocupaba el asiento de atrás. ¡Joder¡ Que susto, debido a que el Renault-11, disponía de unos asientos delanteros con un respaldo y cabezales muy altos, apenas había podido distinguir la cara de la persona que ocupaba el asiento. Una cara apepinada, con evidentes signos de «idiocia», camisa de gasa color salmón transparente, y que cuando se echo hacia los asientos de delante, descubrí unos pechos en forma de calcetín, ya que debajo no llevaba nada. A todo esto, 130 Km/h y muy cerca de Manresa, mi susto fue de órdago
Cl.- Ya queda poco, verdad.
Tx.- Si, estamos muy cerca.
Entramos en Manresa, a toda velocidad,(mis nervios a flor de piel) no eran ni las 15,45 h.
Tx.- Ya me indicaras por donde es, ó por donde paro
Cl.- Si, no te preocupes, es que aquí vive mi marido, y el te dará el dinero del viaje Tx.- (pienso: Mierda, ya no cobro) A todo esto, circulamos por Manresa, entramos en la zona antigua, una calle estrecha y adoquinada, de pronto veo por el retrovisor, que se abre la puerta trasera izquierda del coche, y un grito.
Cl.- Es aquí.
Un porrazo tremendo y yo haciendo maniobras para no atropellar a la mujer que se había tirado del coche en marcha, me invade un sudor instantáneo, y miedo, mucho miedo, creía que la había atropellado. Me baje del coche de un salto, y salí corriendo hacia ella, estaba tirada contra la acera, boca abajo gritando, cuando le di la vuelta, quería morirme. Tenia un verdugón, como un latigazo, que se extendía desde la clavícula izquierda, hasta su cadera derecha, pasando por encima de sus pechos tipo «calcetín».
Cl.- Déjame, que vaya a por dinero para pagarte. (gritaba)
A todo esto, y a pesar de ser plena canícula, había unas cuantas personas mirando, esto ya frenaba mis ganas de salir corriendo y dejarla allí, no me importaba cobrar, ni me importaba nada, solo quería irme, y la gente me miraba. Ella se levanto, y con aires de dignidad, cruzo la calle, me grito, «espera ahí», y entro en un portal, yo pensé «cinco minutos y cuando la gente se distraiga me largo» Eso hubiera querido yo, en dos minutos estaba en la calle otra vez, y subida en el taxi.
Cl.- Mi marido no esta, vamos a casa de mi suegra que ella te pagara.
Tx.- No te preocupes, ya me pagaras otro día, ¿quieres que te deje aquí?
Cl.- Tu, me llevas a casa de mi suegra, ó te vas a enterar.
A mis 26 años y con tres años (solo) de experiencia en el taxi, mi miedo era ya surrealista, no sabia lo que hacer, hasta era posible que la pobre mujer pensara en aquellos momentos con mas cordura que yo. A todo esto, me fue indicando, y al rato, llegamos a una zona de viviendas de clase obrera, eran las 16,15, y empezaba a verse mas gente por la calle. Me hizo para frente a un bloque de pisos, y me dijo.
Cl.- Espera, que le pido dinero a mi suegra.
Yo pensé, este es mi momento, me largo, desgraciadamente, la mujer no se separo del coche ni medio metro. Empezó a gritar, Ramona, Ramona, hasta que en el balcón del primer piso, apareció, una mujer mayor, gorda, y de negro, con el pelo grasiento y un delantal lleno de roces y un «poco» sucio.
R.- Que quieres, otra vez estas aquí, estoy hasta los güevos de ti.
Cl.- Baja Ramona, y paga el taxi.
R.- No me sale de los güevos, y tu taxista llévatela ya por donde has venido. Se me acababan de saltar las lagrimas del susto, ni hablar, eso si que no, con esta loca de vuelta a Barcelona.
Tx.- Que yo me la lleve, ni hablar, aquí se queda.
R.- Espera que bajo.
Yo pensé, para pagarme, por lo visto mi inocencia no tenia limites (por entonces) Asomo la figura de la Ramona, rechoncha, grasienta y mas bien sucia, y dirigiéndose a mi, golpeándome con la mano en el pecho me dijo:
R.- Tu, te la llevas, es que no ves que esta loca.
Tx.- Y yo que se, a mi me ha cogido en la plaza Espanya de Barcelona, y me a dicho, a Manresa, y aquí estoy, usted me paga y yo me voy.
A todo esto la pobre enferma, daba unos alaridos de desolación que llamaban la atención a todo el que pasaba.
R.- Yo no te pago y tu te la llevas, esta semana ha venido con taxi tres veces, y la has cogido en plaza Espanya porque coge el autobús en Sant Boi, que es donde esta recluida desde hace 15 años, desde que mi hijo la dejo, y mi hijo vive en Andalucía. Esto ya era el sumúm, ya no tenia muchas opciones, y la gente miraba, y runruneaba entre ellos. La enferma pasaba de lloros a risas, yo me moría por irme.
Tx.- La llevo a comisaría y ya se apañaran.
R.- El ultimo que la llevo a comisaría, se pego allí 10 horas, hasta que vinieron de Sant Boi a buscarla, mejor la llevas alli.
Tx.- Me cago en la madre que os parió a todos, yo no tengo nada que ver en esto.
Dos hombres jóvenes con no muy buena pinta se acercaron y flanquearon a la vieja.
R.- Pues te jodes.
Sin decir ni pio, cogí a la enferma de un brazo, la metí en el coche, y pensé, la dejo donde sea, pero al arrancar uno de los tipos me dijo: Aver lo que haces, no vaya a ser que te tengamos que buscar, tenemos tu matricula. Bueno pues para Sant Boi, eran las 17 h. Y cosa curiosa, el taxímetro seguía en marcha, ni siquiera me había acordado de el, marcaba 3000 ptas del ano 85. Cuando la enferma se dio cuenta de que estábamos en la autopista de regreso a Barcelona, sus gritos en el coche eran de verdad de «loca».
Cl.- Me tiro, si no paras, que me tiro.
Tx.- Tranquila, que te llevo con tu marido. Coño, se acababa de romper la camisa, y sus «calcetines» colgaban fuera de la camisa. Como intentaba abrir la puerta, tuve que frenar en plena autopista, y mientras gritaba: Me has violado, Quitarme mi cinturón y con los cinturones de seguridad del coche atarla al asiento del conductor, al lado mío, una imagen penosa, sus «calcetines» colgaban flácidos cuando ella se inclinaba hacia delante. No se como lo hice, pero, no todavía eran las 18 h.
Cuando entraba disparado por la puerta del psiquiátrico de Sant Boi. Cuando pare el taxi, ella lloraba desconsoladamente, y decía:
Cl.- Otra vez aquí. Se me acerco una monja de dos metros, me miro y dijo «Un momento, que ahora le pagan» Mi sorpresa, ya no tuvo limites, cuando después de coger a la enferma y antes de llevársela arrastrando de un brazo, me pregunto ¿Con 5000 ptas llega? Hágame un recibo.
Tx.- Siiii ( Mas que de sobras, lo daba por perdido) Cinco minutos después, y sin mediar palabra se acerco la monja, me soltó las 5000 ptas del ala, y cogiendo su recibo se largo.
Yo salí patinando rueda de allí, me tuve que ir a casa y tomarme tres valerianas y una ducha y por supuesto no volví a salir ese dia. Realmente fue: Una tarde de Locos
Esteban Moreno